Aragon, Louis by El Coño De Irene La Sonrisa Vertical

Aragon, Louis by El Coño De Irene La Sonrisa Vertical

autor:El Coño De Irene La Sonrisa Vertical [Vertical, El Coño De Irene La Sonrisa]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


Peces peces peces peces

Pero también el hombre hace a veces el amor.

*

La mirada de los amantes delimita entre los dos términos de la pareja una zona en la cual la atención se concentra y se deshilvanan las personalidades. Es en esos confines, al descomponerse la luz de los deseos desde el rojo delirio al violeta conciencia, cuando el milagro sensible insensiblemente se produce. Entonces entonces... pero no anticipemos.

De momento, déjame introducirte, lector -tú que pagaste tan caro la semana pasada el derecho a asistir gracias a un periscopio a una escena bastante breve que, desde el fondo del agujero donde te habían ocultado, tomaste por una exaltación auténtica del alma humana, pero que no lo era en absoluto: aquella pálida ficción de barriada, a la que habían previamente maquillado por temor a que la lástima se apoderara de ti, de ti o de otro, pues no eras tú precisamente a quien esperaban, en vista de lo que la disolución y la mala alimentación pueden hacer cuando se empeñan, había aprendido gracias a una triste experiencia cotidiana el arte de fingir la voluptuosidad sin sentir su veneno-, en la habitación de Irene, sí, es Irene quien hace el amor. La reconozco muy bien hasta desnuda, tiene los pechos un poco largos para mi gusto. En cuanto al hombre, me da la espalda: no consigo ponerle un nombre y, además, si he tenido la ocasión de encontrarme con aquel cuerpo en alguna parte, fue sin duda debajo de un traje y para mí el traje hace la personalidad del hombre ya que no la de la mujer. Si un hombre desnudo lleva barba, creo ver a Jesucristo. Pero el que se abría de piernas encima de Irene y la cabalgaba con dureza, cuando se levanta entreveo cuatro pechos que no acaban de abandonarse unos a otros, a juzgar por los pequeños movimientos laterales de sus mandíbulas iba totalmente afeitado. A menos que llevase perilla o un bigote a la americana.

Apoyado en su brazo izquierdo, la mano derecha sobre el costado derecho de Irene. La mano derecha atrapando a contrapelo el hombro izquierdo de la mujer. Dando la impresión de estar muy enamorado. Murmurando ah, ¿me sientes bien? Ella primero temerosa al parecer, al principio frenando, luego dejándose llevar siguiendo, provocando, exagerando la carrera. He aquí que se desmanda.

Le toca al macho moderar a la muy arisca. Eh, no tan aprisa. El no quiere gozar aún, o más bien quiere gozar a sus anchas del deseo que siente, que le precipita y que le retiene. No queda en el fondo del placer más que un débil recuerdo, reflejo añoranza, del deseo que lo causó. Lector, cuando hagas el amor, deténte así. Pero Irene no lo entiende de ese modo.

Empuja con los riñones, como quien grita. Agita circularmente la pelvis y el vientre, se arquea, sus muslos se entreabren y van en busca del miembro del hombre inmovilizado. El con un gesto magnífico retrocede y da muestras a su compañera de que el deseo que siente por ella no ha disminuido: saca del reducto convulsivo una polla enorme y humeante.



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